Porque creemos que todo el mundo debería dejar un rastro vital, un testimonio escrito, el relato de su vida, a sus conocidos y descendientes, cercanos o lejanos.
Dice el personaje de una olvidada novela que “bien mirado, la muerte no acaba con la vida, sino sólo con una historia… pero está en nuestra mano contar cada cual la suya, dejar una huella imborrable de su paso por el mundo”.
Pero no se trata sólo de preservar y transmitir un conjunto de experiencias o enseñanzas, sino de mostrar a las futuras generaciones el escenario en el que nos tocó actuar, el entorno natural y humano en el que, con mejor o peor fortuna, sembramos los tiempos que vendrán después de nosotros.